Ernesto Hernández Norzagaray
Existe plena coincidencia entre algunos que estudian a los gobernadores mexicanos (Rogelio Hernández, 2008, 2006, 2004; Magali Modoux, 2008) y diversos analistas políticos, en que desde la alternancia en la Presidencia de la República, el poder político en los estados gobernados por el PRI se ha trasladado a gran velocidad desde Los Pinos hasta las casas de gobierno locales, donde sus ejecutivos, con poca o sin ninguna mediación, son los que tienen bajo control al partido. Esto se ha venido cumpliendo con religiosa puntualidad en prácticamente todos ellos, y en forma más evidente, en los quince estados donde no ha existido alternancia de gobernador, como es el caso de Sinaloa, donde aquellos tienen un plus frente a los estados donde el PRI ha sido derrotado.
No obstante, la experiencia reciente de Sinaloa nos lleva a matizar ese axioma político, cuando tenemos un ex gobernador que en su momento fue capaz de designar como candidato a su sucesor y contribuyó para que resultara triunfador en una contienda muy competida donde fue necesaria la intervención de la Sala Superior el TEPJF, quien resolvió el litigio en la víspera de la toma de posesión en el cargo.
Sin embargo, no fue gratuito, Millán Lizárraga ratificó en puestos claves a algunos de sus principales secretarios de gobierno y a otros los promovió a mejores posiciones dentro del gabinete de Aguilar Padilla; además en las siguientes elecciones, existe al menos la percepción de que ha mantenido su activismo apoyando candidaturas para cargos del partido y de elección popular.
En definitiva, estamos ante el líder de un grupo de poder local en el PRI que mantiene sus redes y tiene, está visto, el poder necesario para promover candidato al gobierno del estado.
Millán y Malova
En efecto, en esta línea de comportamiento, Juan Millán acompaño y apoyó al senador Mario López Valdés al destape que hicieron empresarios de Los Mochis como su candidato a la gubernatura. Esto para muchos priistas y analistas políticos rompió una regla no escrita de la pos-alternancia pues no sólo no deja la iniciativa a Jesús Aguilar, para que con toda libertad proponga en los tiempos y los canales institucionales a su candidato, sino adelanta el calendario sucesorio en el partido, lo que inmediatamente ha sido visto como que el PRI tiene ya dos candidatos, aunque algunos ya empiezan a ver en los intersticios a un tercero con fuerza en el ánimo del gobernador, se trataría de Javier Luna Beltrán, líder de la fracción del PRI en el Congreso del Estado, quien ha sido en el primer círculo quizá el más leal de los aguilaristas.
Millán Lizárraga en la presentación de Mario Valdés como precandidato del PRI al gobierno del Estado, afirmó ante los medios que la postulación a cargo de un grupo de empresarios era una “decisión histórica”, sin embargo, en un presente todavía con un tufo corporativo, no deja de ser un anécdota más de adelantamiento, acomodo y futurismo político; en cambo, lo que sí podría ser un hito histórico es que un ex gobernador no solo no se sujete a las nuevas reglas sino, obrando en consecuencia, tenga candidato al gobierno del Estado.
Justamente, ahí radica lo singular de este momento político pues a primera vista se confirma lo que era un secreto a voces, que el gobernador y el ex gobernador, no tenían ni tienen al mismo candidato para la Casa de Gobierno, lo que podría llevar a repetir la experiencia de 1998 cuando el ex gobernador Francisco Labastida, y en ese momento Secretario de Gobernación, habría pactado con el gobernador en funciones Renato Vega Alvarado, para que el sucesor fuera Lauro Díaz Castro y no Juan Millán, quien en ese momento tenía el apoyo de buena parte de la estructura del PRI y estaba decidido a ser candidato en el PRI o bajo la bandera del PRD o una coalición de siglas.
Es decir, el candidato o los candidatos posibles del gobernador no van como ocurre en otros estados por una carretera despejada, sino el definitivo debe enfrentar la oposición interna y como sucede en toda competencia, puede llegar a no ser quien abandere a su partido e incluso, si el desgaste es mucho, pone en riesgo un triunfo en la elección constitucional. Ahora bien, independientemente del resultado, una cosa es clara, Juan Millán, por este acto preelectoral ya ganó en iniciativa y puso en movimiento a Jesús Aguilar y al PRI, como lo vimos en su desplazamiento hacia Los Mochis de hace unos días, donde según ha trascendido, se pactó entre Jesús Vizcarra y Mario López una tregua y un mensaje de unidad en el PRI.
Federal y local
¿Pero qué significado tendría un adelanto de este tipo o lo que podría ser una ruptura pactada entre ambos políticos, cuando los gobernadores priistas están jugando un rol protagónico en las definiciones sucesorias del 2012? Raymundo Rivapalacio y Francisco Garfias, dos periodistas muy informados de lo que sucede en los partidos, analizaban el domingo pasado en Canal 40 el papel estratégicos que tuvieron los gobernadores del PRI en las elecciones del pasado julio, identificaban además a tres de ellos como los más influyentes del país: el presidenciable Enrique Peña Nieto del Estado de México, Fidel Herrera de Veracruz y Ulises Ruiz de Oaxaca, a los que les asignaban a cada uno cuotas de diputados que estaban adscritos a las corrientes que ellos representan. El de Sinaloa, como el de otros estados, no pinta entre los más influyentes, aunque es posible que haya conexiones transversales en el PRI y es probable que los nuevos diputados sinaloenses no se encuentren todos en el mismo ánimo de las corrientes del PRI.
Bien, pero yendo a la pregunta de fondo, un adelanto en política se explica como que el principio del viejo presidencialismo, de que “el que se mueva no sale en la foto”, no ha sido reestablecido en los estados gobernados por el PRI. El gobernador de hoy es fuerte pero tanto como lo fue el Presidente imperial –como lo calificó alguna vez Enrique Krauze-, luego entonces, tenemos que si bien la disciplina priista existe en la mayoría de los estados, hay margen para la disidencia interna. Como ocurre en Sinaloa y donde, insisto, tenemos un ex gobernador que ha trabajado en la tarea de conservar espacios de poder y con base en esa fuerza propone candidato a la gubernatura del estado.
Ahora bien, en el fondo, que haya dos o hasta tres precandidatos fuertes en el PRI tampoco esta mal, le permite a este partido tomar la delantera en la carrera de 2010. Sea Mario López o Jesús Vizcarra, va adelante la marca del PRI, y como me lo decía un priista, al final, el mejor posicionado podría ser el que enarbole la bandera de su partido.
En el PRI, no se olvide, la lucha interna siempre es fuerte pero al final tienen una gran capacidad de construir acuerdos sobre la base del reparto de cuotas de poder. Que es el tema de fondo. Entonces, lo que tenemos es que ambos políticos priistas desean garantizar la continuidad de su partido en el Estado y de esta forma contribuir a su victoria en el 2012, fortaleciendo sus propias carreras y apoyando sus alianzas políticas en el territorio nacional. Eso lo saben y lo intuyen todos.
Aguilar Padilla con la fuerza que le da un carro completo en la pasada elección de diputados. Millán Lizárraga con sus propios aliados. López Valdés con su trabajo político en el estado y la labor, no siempre la más acertada, en el Senado de la República. Luna Beltrán siguiendo lealmente las directrices legislativas del gobernador; y quizá en ese contexto el más local, y por lo tanto, el más acotado de todos, sería Vizcarra Calderón que sabe que Culiacán es inseguro y tiene mala prensa local y nacional.
En ese sentido, no hay que perder de vista el comportamiento de estos actores en el ámbito federal y el local, quien tenga sólo esta última, seguramente no aparecerá en la papeleta electoral.
La oposición
Finalmente, en esta pauta de adelanto político, ocurre lo que siempre sucede en los sistemas bipartidistas consistentes. Por un lado la oposición panista ha sido cautelosa y ha evitado pronunciamientos que la distraigan de ordenar la casa después del vendaval que sufrió el 5 de julio, habrá tiempo para hacerlo cuando el PRI tenga candidato a la gubernatura del estado; en cambio, donde ya vemos posicionamientos es entre los partidos de la llamada “chiquillada”, donde hacen cuentas de minoría de cómo les podría ir en un escenario donde domina el principio de “agua revuelta, ganancia de pescadores”.
El PRD se encuentra dividido en tres opiniones que dominan su imaginario: el apoyar a Mario López, llevar una candidatura común con el PAN y quienes desean que el candidato sea un militante perredista. Sin embargo, este partido ha caído hasta el quinto lugar electoral, lo que reduce su capacidad de alianza en esta elección. Su expectativa de agregación de votos es relativamente pequeña, y por ende, puede resultar poco atractiva una alianza con el sol azteca que irremediablemente llevaría consigo mucho de su ruido interno.
Si este partido se decanta por apoyar el candidato del PAN no solo generaría una ruptura interna entre quienes le apuestan a que sea con el PRI o con candidato propio. Pero, además, el PRI tiene dos aliados naturales: Uno, el Verde, con quien teje alianzas federales y el otro, el Panal, con el que ha venido postulando candidatos comunes en varias de las elecciones estatales, y en escenarios de mucha competencia podrían hacer las diferencia entre ganadores y perdedores.
En suma, el destape de Malova corresponde a una nueva sorpresa de los procesos de cambio que se vienen viviendo y que muestra cierto debilitamiento de la estructura organizativa del PRI. La disciplina interna y el calendario político, que fueron un principio sagrado en el tricolor por el miedo de quedar fuera, hoy se ha transformado en un incentivo para luchar por posiciones, conservar cotos de poder y estar en la política nacional.
Y Sinaloa, por el rol de Millán Lizárraga, puede ser una caja de Pandora.
martes, 15 de septiembre de 2009
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